ALTERIDAD

3:::octubre:::2012

“Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo”. Julio Cortázar.

Francis Bacon. «Estudio de George Dyer frente al espejo» (1968).

En El malestar de la cultura Freud dice que el trato con los demás es causa muy notable de nuestra infelicidad.

Rüdiger Safranski sostiene en El Mal que el psiquismo humano es de tal magnitud que si no se dedica al completo a las necesidades de la subsistencia, da lugar a un excedente que, al no gastarse en la acción, genera infelicidad.

Y Jung que una vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir.

Supo Nietzsche que hay una crueldad que el individuo lanza sobre sí mismo.

Fue a partir de los felices 60 cuando el hombre urbano empezó a sentir, en medio de la opulenta sociedad del bienestar, infelicidad.

Lo precedió aquella bohemia del spleen parisino, antes los románticos y no
sé si los existencialistas después. Los beatniks expresaron y escenificaron esa insatisfacción on the road. Y los hippies quisieron ser petafelices.

¿Qué causa infelicidad en las sociedades del primer mundo?

No sé, acaso querríamos cambiar de trabajo, pareja, casa, teléfono móvil, amante, amigos o ciudad. No siempre es fácil, por eso causa infelicidad. Un cambio así exige pasos que, puestos en la ocasión, no daríamos nunca.

Nos hemos acomodado al burgo y a sus atributos. Miedo a la libertad.

Decía difícil, no más, porque hay miles de personas que dan esos saltos de vida, muchas veces en el vacío, sin red, algo locos. Admirables. Cambian uno o varios parámetros en su vida. Y vuelan. No es imposible.

Lo imposible es cuando uno querría ser otro.

© Vil Korea

20 Responses to “ALTERIDAD”

  1. Mariel Says:

    Admirables, sí. Pero quizá porque de los tortazos damos menos cuenta, o porque sigue dependiendo de lo que nosotros consideramos triunfo.

    Resulta fácil entender que la felicidad no se echara en falta hasta que alguien reparó en ella, hasta que hubo tiempo de pensar en algo más y las necesidades primarias dejaron un hueco libre. Aunque creo que su búsqueda ligó con el espíritu carroñero y eso hace que siempre queramos más, guardar un poquito por si el «Carreful» no abre los domingos. Ahora me parece que lo llaman «ser exigente».
    ¿O quizá la felicidad se convirtió en una necesidad primaria? Si me preguntas a mí, diría que sí sin dudarlo, lo mismito que el yogur con bífidus. Cojo a la pirámide y le pego un meneo que la mareo, y no me pongo ni «colorá».

    Cómo no querer ser otro a veces, si ni siquiera me toco las puntas de los pies con las manos, como para saltar al vacío y pretender caer bien.

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  2. CrisC Says:

    ::: la felicidad tampoco es pa tanto

    pues si aceptamos pulpo como animal de compañía, por qué no ha de valernos -a fin de proveer eso de tanta enjundia, la felicidad digo-, un poco de alegría, no más, alguna serenidad en los atardeceres y algo de conversación inteligente los findes con algunos álguienes de guardia (de sexo, nada digo; de amores, menos: no son horas)

    y no, no es tanto pedir, o sí, ¿que abre los domingos el carrefuch?: mirusté, Mariel, no me lo creo (lo de que no llega a las puntas…, quiá)

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  3. coeliquore Says:

    Desde que pido y espero poco y decidí depender sólo de mí para hacerme feliz, me va mucho mejor. Tal vez sea una actitud algo derrotista, pero es la que hay.
    Lo de ser otr@, sí, a ratos. Podemos intentarlo durante un tiempo, para luego volver a ser los de siempre.

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  4. Mariel Says:

    Un poco de alegría, serenidad en los atardeceres y conversación inteligente… si eso no es felicidad que venga Dios y lo vea.
    No sólo que no llego, que me falta un pedazo de trozo de cacho que no veas…

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  5. paraqueloleas Says:

    …. y un poco de vino, jamón y queso 😉

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  6. paraqueloleas Says:

    Cuando Freud habla del trato con los demás no conoció los blogs. Su perspectiva hubiera cambiado de haber tenido la oportunidad de disfrutarlos.
    Muy de acuerdo con Jung en lo de la vida no vivida.

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  7. CrisC Says:

    Hay que pedir y otras veces tomar; esperar y otras crear. Y ser dueño de uno mismo es obligatorio. No veo derrotismo, quizás algo de estoicismo. No está mal, Coeliq.

    Si viene Dios, le recortan la pelambrera del papo a navaja (y la túnica ságrada). Huy que sí. Que sí llegas, Mariel, no seas presumida como la rata del cuento o las de psicolaboratorio.

    Y un poco de eso, Paraq, fale. En cuanto a Freud, sería más de feisbuq; y Jung de tuiter (los destetaron antes de tiempo y se peleaban como niños).

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  8. ClothoBoBardi Says:

    «Pienso que el arte es una obsesión con la vida» (F.Bacon)

    … distorsión como recurso expresivo para enfatizar el horror que alimenta un rostro desfigurado por efecto de las sombras interiores que se expanden hacia el exterior provocando la disolución de una imagen que no existe…

    “Quizá sólo se estaba escondiendo?
    ¿Quizá podía volar?

    Ayer me encontré con una flor morada
    Brotando descontrolada entre la nieve.
    Estaba totalmente sola.”

    (Anne Sexton)

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  9. CrisC Says:

    como la flor el poeta monstruo en su verdad especular

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  10. Josevi Says:

    Esa anhelada “felicidad” nunca la encontraremos “fuera” de nosotros mismos. Y por supuesto nunca queriendo ser “otro”. La felicidad asociada a “cosas-personas” externas (apegos) está inevitablemente seguida de la infelicidad que produce la pérdida de las mismas (o el hastío que produce lo ya conseguido). Solamente aceptando lo que inevitablemente se manifiesta en nuestras vidas, es cuando podemos acercarnos a la Paz interior y es cuando se alcanza esa “felicidad” independientes de las circunstancias externas. Digo yo… o quizás esté totalmente equivocado.

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  11. Aliénor Says:

    Una buena película, dormir de un tirón, el primer calor de febrero, una mirada cómplice, quitarme los zapatos cuando llego a casa, terminar una tarea pendiente, que me salga buena la comida, besar a mi madre, no fallar a quien espera que no lo haga, una cerveza fresquita en las noches de agosto, meterme en la cama al final del día, evitar una bronca, que gane mi equipo, notar que alguien me quiere, un buen libro o simplemente un libro que me enganche, estar con amigos de verdad, compartir una pena, la lluvia, darme algún capricho asquerosamente materialista, ignorar a la mala gente y a los zafios, tumbarme a la bartola cuando me apetece hacerlo, escribir de vez en cuando en este blog,… Quizás no son grandes cosas ni hechos heroicos, pero me hacen feliz.

    El vino, jamón y queso, también (y un bocadillo de pimientos fritos).

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  12. CrisC Says:

    ::: felicidad, paz, alegría, serenidad, dentro o fuera y dentrofuera

    son cosas distintas y supongo que nortes regulativos para guiar la vida cotidiana de cada cual; hibridar un quantum de aceptación y osadía, de cautela y riesgo, de mesura y valor se hace necesario

    no obstante, socio, malos tiempos para la lírica

    subscribo buena parte del elenco que citas, Ali

    tanto lo emocional (el beso a la madre, los amigos de verdad, los comentaristas de este blog, la lluvia) como lo material (por dios, ese bocata de pimientos fritos y unas birras fresquitas, de las que un estudio acaba de decir que tienen magníficas propiedades para la salud del body)

    un poco de cada y no mucho de todo

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  13. Atticus Says:

    Yo siempre quiero ser otro sin dejar de ser yo. Probablemente ahí esté el problema. Eso de «ser tú mismo» no he sabido nunca lo que es: me remite a intrincados problemas de lógica y de psicología, así que intento aceptar esa incompletud ontológica que causa quebrantos a la vez que los mejores placer que la vida me ha dado.

    Desconozco la respuesta a la pregunta esencial que planteas. Decía un personaje en una obra de Sartre eso de que el infierno son los otros. Lo malo (o lo bueno) es que también lo contrario es verdad. De modo que supongo que nuestra felicidad tiene que ver con la insatisfacción por la respuesta de los demás, es decir, si cumplen o no nuestras expectativas de amistad, afecto, amor, o cualquier otro de esos laberintos sentimentales. Una de las mejores cosas de ir cumpliendo año es que se atemperan las demandas excesivas o extravagantes y somos capaces de disfrutar con intensidad de una felicidad tan sencilla como infinita. No sé si esto es más o menos zen, pero una mirada, una cerveza sin necesidad de mucho más que alguna palabra errática, una comida hecha para alguien…

    Aunque hay causas objetivas, o al menos que se aproximan a la objetividad.

    Conozco a algunos que dieron ese paso valiente. No con todo, eso de romper con todo directamente es imposible. Pero sí que se atrevieron a sentir el frío en los ojos. La mayor parte de ellos siguen adelante con sus heridas más o menos curadas, pero alegres: mejor que lucir falsas vestimentas que ocultaban su vida mendaz. Los admiro. La libertad siempre da miedo.

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  14. CrisC Says:

    “¡Dios mío, esto es un infierno!”, dice John Rambo. Y sí, lo es.

    A nuestros ancestros Eva y Adán les dio por irse del Edén y adentrarse en la sabana, más aún, se dotaron a sí mismos de mil cuatrocientos centímetros cúbicos de conciencia y, zas, nos jodieron vivos para siempre.

    No me van la felicidad sencilla ni las pequeñas cosas ésas que dan sentido a la vida, buff, yo quiero palmarla en la cama de una espía bielorrusa rubia (rubia toa) después de haberle contado las pecas de la espalda y cantado las del barquero, churri, digo churriulova.

    Ya la he hablado de ti, Atticus :::

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  15. Atticus Says:

    Pues no sé si me apetece lo de la bielorrusa. Llevo un par de horas en la terraza, disfrutando del que probablemente es el último domingo en manga corta, mientras leo un libro de Mankell y dejo pasar morosamente los minutos.

    De todos modos, si es por hacerte un favor, voy y te ayudo a contar pecas. Nada más, que a mí las «toarrubias» me dan miedo.

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  16. CrisC Says:

    Si las acaricias la nuca, las bielorrusas se dejan contar las pecas sin rechiste (y dan propina en francos suizos). Lo que yo te diga, brother.

    Aúpasss atleeeeetiiissss…

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  17. Teresa Says:

    Bueno, más que infelicidad por querer cambiar de trabajo, pareja, casa, teléfono móvil, amante, amigos o ciudad percibo hoy en día infelicidad por temer perder o haber perdido el trabajo, la pareja, la casa, el teléfono móvil, la amante o la ciudad.
    Para la primera, apliquemos el remedio que Lorca aconseja para la pena negra, para la frustración: «Soledad, lava tu cuerpo/con agua de las alondras/y deja tu corazón/en paz, Soledad Montoya».

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  18. CrisC Says:

    Esos miedos a perder trabajo y etcéteras generan temor, inseguridad y,
    si se me apura, hasta un cierto aliciente para vivir; lo otro, la incapacidad para tirar la casa por la ventana, genera infelicidad.

    Es una cuestión de concepto, pero no puramente nominalista. Son dos experiencias vitales de signo muy distinto. Hay quienes buscan la vida en un corazón en paz, eso está bien, pero hay quienes la hallan en la victoria.
    Y para eso hace falta guerra.

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  19. Daiquiri Says:

    Cien heridas en el alma, y es un suma y sigue. Sabes que las que llevas no van a desaparecer, no del todo, siempre te volverán a doler en los días grises. Y que se abrirán otras nuevas, de aquí al día en que fallezcas. Si ese funesto día pudiéramos retirar el alma de una persona de su cuerpo, la veríamos llena de cientos de pequeños surcos, todo un trazado; cada cual posee su propio y particular mapa del dolor.

    Y a pesar de ello quieres ser feliz. Y descubres que en la voluntad de ser feliz radica la capacidad de serlo. Decides ser feliz y el mundo se abre ante ti como algo distinto, como un helado que espera ser devorado, cada minuto una oportunidad para disfrutar de algo. Sin pensar en qué vendrá después, sin pensar en qué pasó antes.

    Lo que no significa que no tengas proyetos de vida. Cuando llevas ya varios saltos al vacío empiezas a cansarte, y a buscar la seguridad de la red. En cierto modo aprisiona, puede que sí; pero da una gran estabilidad, y quién puede llamarse libre sin estabilidad? Esa es mi búsqueda, la búsqueda del equilibrio. El objetivo, ser dueña de mi destino.

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  20. Daiquiri Says:

    Falta un «en la medida de lo posible». Ser, en todo lo que yo pueda aportar al respecto, en la medida de lo posible, dueña de mi destino.

    Que el destino es demasiado libre como para que alguien pueda declararse sin reservas su dueño.

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