LEO SIN LEER EN MÍ
21:::abril:::2017
I
Últimamente salgo poco, muy poco, casi nada o nada -bueno, algo salgo…
II
Al casi no salir, no salgo casi (veo que pilláis al vuelo el sesgo tautológico).
Ni al mundo, el demonio o a la carne salgo. Y me doy entonces a la molicie hogareña, a saber, al telefutboleo, la birra en vena, la mucha pizza o al fruto seco. Todo ello sin mesura ni temor de Dios. A tuttiplén.
Y me he atocinao, plop, a lo menos 666 gramos en canal (plus).
El hígado tampoco me anda muy católico y se me insurrectan la igm, los triglicéridos y no sé cuántas tribus metabólicas de ésas que pululan por los vasos y vericuetos hemáticos de my body nice.
Voy a tener que hacer tremendísima dieta, eso sí, no sin mis bio.
III
Y acudiré con religiosa regularidad al gym, a resoplar como un ciclao.
Pero ojalá esto fuera lo peor, lo más difícil, y no, lo peor es que entre birra y birra, gol y gol o quattro stagioni y barbacoa, uff…, miedo me da la confesión: ¡me dio por leer! ¡Oh, sí, leer! ¡Yo! Válgame Dios…
De todo, criscris: ensayo, poesía, narrativa, teatro… Adicto total.
Y hasta he comprado un nuevo libro, oh Señor, gordo (el libro, no el Señor), con su proemio, epílogo, apéndices, notas a pie de página y sin dibujo alguno. Y estoy que me leo encima y leo sin leer en mí.
III
Y, claro, he entrado en pánico. ¡Jelp!
Bolero Lento. Piero Piccioni (BSO Crónica de una muerte anunciada).
© Hanníbal Léctor